La fragilidad del presupuesto 2020

Se puede decir que el presupuesto no es materia para una gran transformación del país, pero sí para cruzar los dedos y esperar pueda ser cumplido, sin pena, ni gloria.
11 Septiembre, 2019

El paquete económico que por primera vez plantea con plena responsabilidad el gobierno del presidente López Obrador no representa grandes cambios, aunque si grandes riesgos.

Tanto por el panorama de ingresos que anticipa, como por las asignaciones de gasto público que propone en temas de inversión, de gobierno, y sociales, los recursos que materializará la política de desarrollo en 2020 lucen frágiles, lo que anticipa un modesto e incierto desempeño económico, político y social del país.

La Secretaría de Hacienda, encargada de los detalles del presupuesto nacional, plantea que, ante la desaceleración de la economía estadounidense y la amenaza de una recesión mundial, México más que duplicará su crecimiento económico.

Además, pese al panorama internacional adverso, se asume que el precio de nuestro petróleo caerá modestamente, lo que se compensará revirtiendo la tendencia decreciente de la producción petrolera, que viene observándose desde hace quince años, en un solo año.

El escenario anterior es de un franco optimismo, que aun así se traduce en un minúsculo y frágil aumento de los ingresos presupuestales. Sin embargo, sacrificando ahorros, el gobierno federal se las arregla para que el gasto público per cápita dedicado a atender las necesidades nacionales aumente 1%.

Claramente, con tan magros recursos adicionales no se puede transformar a profundidad el país. Si acaso, se puede mantener andando su maquinaria económica, política y social sin sobresaltos mayores, a menos, claro, que una falla en las previsiones obligue a recortes del gasto.

 

El paquete económico que plantea el gobierno del presidente López Obrador no representa grandes cambios, aunque si grandes riesgos

 

En lo económico, el gasto gubernamental se queda en el estancamiento. Sin embargo, se redistribuye, de forma que lo que se recorta en los sectores primario, de transporte y de turismo se traduce en un aumento de 7% del dedicado a la producción de combustibles y energía. La gran apuesta aquí es la refinería de Dos Bocas, proyecto de dudosa viabilidad y alta incertidumbre en cuanto a sus costos y rentabilidad social. El presupuesto público está haciendo aquí una apuesta potencialmente ruinosa.

El contraste es lo político. El gasto en funciones de gobierno aumenta 6.7%, destacando en tal rubro el aumento para seguridad nacional, particularmente en la Guardia Nacional, y en justicia. Este gasto podrá ser insuficiente o tener dificultades de implementación mediante estrategias sólidas, pero va en la dirección correcta. El crecimiento de la criminalidad, y en particular de los delitos violentos, ameritan una reasignación del gasto en el sentido planteado por el presupuesto 2020.

Un caso intermedio lo representa el gasto en desarrollo social. Si bien aumenta en términos reales 2.8%, lo que representa una buena noticia, su recomposición deja dudas. Por una parte, aunque el gasto en salud aumenta, el correspondiente a la población que no tiene acceso a servicios de salud en virtud de su empleo se estanca, lo que no augura reducir las desigualdades en el sistema de salud en su conjunto.

En educación, no sólo el gasto per cápita disminuye, sino que también se reduce uno clave, el correspondiente a atender la oferta de educación media superior.

El gasto que más aumenta es el de protección social, asociado principalmente a las transferencias monetarias de diversos programas, como las pensiones para adultos mayores, si bien algunos de ellos, como Jóvenes Construyendo el Futuro, es de esperar moderen su alcance de forma notable.

En suma, en cuanto al gasto social se refiere no es claro que tenga un impacto redistributivo duradero, al privilegiar las transferencias monetarias sobre la provisión de servicios básicos.

Aunque el presupuesto público expande de forma similar el gasto corriente y el gasto de inversión, es claro que su composición favorece el gasto en obligaciones provenientes del pasado sobre el correspondiente a una mayor producción futura: el porcentaje en el que aumentan las pensiones es prácticamente el mismo en el que disminuye la inversión física. De esta forma, la sostenibilidad futura del presupuesto también tiene elementos de incertidumbre.

A final de cuentas se puede decir que el presupuesto no es materia para una gran transformación del país, pero si para cruzar los dedos y esperar pueda ser cumplido, sin pena, ni gloria.

 

@equidistar

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.