Planes de infraestructura, siempre atractivos para la inversión

En México, la diferencia entre el nivel deseado de inversión en infraestructuras vs el que se destina es del 1.4% del PIB En contraste, la brecha en países como Canadá o China es solo del 0.04% y 0.4%, respectivamente.
9 Enero, 2024
Túnel Emisor Oriente CDMX
Túnel Emisor Oriente CDMX

Cuando en una economía se anuncian grandes planes de infraestructura, en particular por parte de los gobiernos, suele ser una muy buena noticia.

Los planes de infraestructura son bienvenidos porque implican un impulso en la actividad económica, especialmente en el período inmediato en el que se ejecuta la obra y porque, eventualmente, podrían impactar en la tasa de crecimiento potencial de ese país, si el proyecto en cuestión realmente aumenta los niveles de productividad (es fácil imaginarse algunos que puede ser que no).

Ejemplo de estos anuncios son los que se hicieron en Estados Unidos tras la pandemia y que han permitido que se mantenga el dinamismo de la actividad económica en estos años. Dichos anuncios incluyeron proyectos para reconstruir carreteras, puentes y vías férreas, así como para expandir el acceso al agua potable limpia e internet de alta velocidad, entre otros.

En otras partes del mundo, China lanzó la The Belt and the Road Initiative en 2013, que ya ha dado lugar a proyectos como un ferrocarril entre Budapest y Belgrado, reactores nucleares en Pakistán y un parque industrial en Kenia, entre otros. Además, ha desarrollado infraestructura de telecomunicaciones para implementar redes 5G de próxima generación. Estos planes han presentado no solo oportunidades de inversión interesantes, sino también han suscitado muchas preguntas sobre qué es la inversión en infraestructura.

Definamos qué es la infraestructura

La infraestructura podemos definirla como las estructuras y sistemas necesarios para que la economía funcione. Por ejemplo, carreteras y ferrocarriles de buena calidad facilitan, abaratan y aceleran el transporte de bienes y personas. La infraestructura confiable de electricidad, agua y telecomunicaciones permite que las empresas funcionen de manera más eficiente y sin interrupciones, y respaldan objetivos más amplios, como los relacionados con el medio ambiente.

Esta definición de infraestructura puede incluir una amplia gama de sectores, desde servicios y operaciones básicas como transporte y comunicaciones, energía, servicios médicos, agua y gestión de residuos, hasta necesidades más recientes como las digitales, transición energética y logística. 

Podemos clasificar la infraestructura en tres tipos principales:

Infraestructura física: Se refiere a sistemas y redes físicas necesarias para una economía moderna, productiva e industrializada. Esto incluye puentes, carreteras, aeropuertos, así como vehículos para el transporte público, etc. En el sector energético, por ejemplo, incluye la producción, distribución y almacenamiento de energía y los sistemas utilizados para su transporte.

Infraestructura institucional: Se refiere a las instituciones necesarias para mantener la salud, la economía y los estándares sociales de un país o empresa, como educación, servicios financieros, gobierno, servicios de emergencia y sistemas de atención médica.

Infraestructura crítica: Son sistemas y redes esenciales para que una economía funcione, sin los cuales el país podría experimentar un efecto debilitante en su seguridad.

Dado que estos proyectos implican realizar inversiones iniciales importantes, plantean problemas regulatorios y geopolíticos, la inversión en este sector tiende a rezagarse. Según el Global Infrastructure Hub (GI Hub), una organización sin fines de lucro formada por el G20, las necesidades globales de inversión en infraestructura para el período de 2016 a 2040 son aproximadamente de 94 billones de dólares estadounidenses, frente a las tendencias actuales que sugieren inversiones por alrededor de 79 billones de dólares.

Para satisfacer estas necesidades de inversión, el mundo debe aumentar la proporción del PIB dedicada a las infraestructuras al 3.5%, en comparación con el 3% actual. En los Estados Unidos, la diferencia entre el nivel deseado de inversión vs. el que, de hecho, se destina es de alrededor del 0.7% del PIB y en México de aproximadamente el 1.4% del PIB (asumiendo que el crecimiento económico se mantuviera en un promedio del 2.3% anual, que es el promedio observado en los 10 años previos a la pandemia, cuando se hizo este estimado). En contraste, la brecha en países como Canadá o China es solo del 0.04% y 0.4%, respectivamente.

Entidades públicas y privadas han estado trabajando junto con gobiernos para mejorar la viabilidad de los planes de inversión. Estos esfuerzos van desde la creación de instalaciones de preparación de proyectos nacionales y regionales (que brindan asistencia técnica para la estructuración, financiamiento y ejecución de proyectos de infraestructura), hasta iniciativas que adoptan un enfoque multifactorial para ayudar a los gobiernos a entregar la infraestructura requerida.

La infraestructura como activo de inversión

Dada la necesidad de capital por parte del sector privado, la infraestructura es un activo de inversión que surge en la década de 1990 y que ha seguido ganando aceptación por parte de los inversores institucionales (fondos de pensiones, aseguradoras etc.) con el tiempo. Incluye transporte (puertos, aeropuertos, carreteras, puentes, túneles y estacionamientos); servicios públicos (redes de distribución de energía, almacenamiento, generación de energía, agua, alcantarillado, residuos); comunicación (transmisión, redes de cable, torres, satélites); y energía renovable, así como infraestructura social como escuelas, instalaciones de atención médica, cárceles, estadios, etc.

Durante años, la infraestructura como activo de inversión solo había estado disponible para grandes inversores institucionales y gestores de fondos de pensiones. Sin embargo, ahora existen diversos fondos que permiten atraer a un conjunto más amplio de inversores. Hoy en día, es parte de carteras junto con clases de activos de mercado privado (que no están listados en la bolsa), como es el caso de otros proyectos de capital privado y bienes raíces.

En términos de riesgos, la inversión en acciones de infraestructura se divide en cuatro categorías principales:

Infraestructura básica: Inversiones típicamente en proyectos ya en marcha en donde los rendimientos generalmente provienen de ingresos con un potencial limitado a través de ganancias de capital y los activos suelen mantenerse a largo plazo. El flujo de efectivo generalmente está en función de regulaciones de tarifas, disponibilidad de acuerdos o contratos a largo plazo con contrapartes de alta solidez crediticia. Ejemplos: gas, electricidad, puertos, carreteras de peaje, entre otros.

Infraestructura básica Plus: Similar a la anterior, los ingresos siguen siendo una parte de las ganancias totales, pero hay margen para una mayor apreciación de capital. El período de tenencia también es a largo plazo y puede incluir un componente vinculado al crecimiento del PIB u otra forma de optimización de activos o contratos. Por ejemplo: generación de energía térmica o renovable, activos de infraestructura de petróleo y gas, carreteras de peaje, aeropuertos, puertos, etc.

Infraestructura de Valor Añadido: Tiene un período de tenencia más corto, con rendimientos provenientes de la apreciación de capital en lugar de ingresos continuos. Ejemplos de estos proyectos son proyectos nuevos, infraestructura de petróleo y gas en una etapa temprana, centros de datos y redes de fibra óptica.

Infraestructura Oportunista: Estos proyectos tienen el mayor grado de riesgo, pero también un mayor potencial de retorno. Comparten muchas características con las inversiones de capital privado. Los rendimientos provienen casi en su totalidad de la apreciación de capital. Por ejemplo, proyectos de infraestructura en mercados en desarrollo, generación eléctrica con fines comerciales, etc.

La inversión en infraestructura es un desafío, tanto desde el punto de vista económico como el de un activo de inversión. Se ha argumentado que la infraestructura es clave para aumentar la productividad y fomentar el crecimiento económico. Sin embargo, analizar el sector de la infraestructura no es fácil, comenzando por el hecho de que incluye una amplia gama de subsectores (petróleo y gas, electricidad, telecomunicaciones, entre otros).

La complejidad de los proyectos en términos de escala y la cantidad de recursos necesarios ha resultado en un rezago significativo en términos de inversión a nivel mundial, lo que lleva a la necesidad de generar incentivos fiscales y financieros para fomentarla. Asimismo, se debe seguir promoviendo la participación de las asociaciones público-privadas.

Más aún, dado que los recursos son escasos es necesario tener una planeación efectiva de los proyectos con objetivos claros, apego al presupuesto, calidad y promoción del involucramiento de la comunidad, así como su sustentabilidad. 

Delia Paredes Mier Delia Paredes Mier Delia Paredes apoya la toma de decisiones a inversionistas internacionales, líderes empresariales y gestores de activos a través del análisis económico desde hace casi 20 años. Es socia en TransEconomics, firma que brinda servicios de planificación patrimonial y gestiona activos alternativos. Asimismo, también es docente en la Universidad de Anáhuac y en el Tec de Monterrey. También es miembro del Comité de Estudios Económicos en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). Delia Paredes es Maestra en Economía London School of Economics (LSE).