A todo esto ¿qué es una política industrial?

11 Julio, 2017

A raíz de la expansión de los gobiernos populistas –de izquierda y derecha-, el mundo enfrenta un renovado rechazo a la globalización, y un resurgimiento de llamados al diseño de una política industrial más agresiva.

Infortunadamente todos tienen una definición distinta de este concepto. Por ello sería bueno adoptar una primero.

Una de las más aceptadas la proveyó Justin Lin, profesor de la Universidad de Beijing y ex economista en jefe del Banco Mundial, quien la enuncia de la siguiente manera: “una política industrial  se puede caracterizar como cualquier intervención gubernamental que tome la forma de regulación, emisión de ley, o decisión que promueva cualquier actividad o inversión en una industria”

 

México pasó de una economía agrícola a una moderna por medio de una política industrial activa.

 

Esto significa que todo país tiene y ha tenido una política industrial de una u otra forma, incluyendo por supuesto los Estados Unidos de América. El purismo de que “la mejor política industrial  es la que no existe” es, de acuerdo a esta definición, un sinsentido.  

México pasó de una economía agrícola a una moderna por medio de una política industrial activa que consistió entre otras acciones, protección del exterior, dotación de subsidios a sectores considerados clave, y un agresivo programa de construcción de infraestructura pública. La crítica a este esquema se ha dado en varias dimensiones.

Primero, si bien era importante proteger a la naciente industria para permitirle progresar, y una vez madura, removerle la protección, ésta última no se hizo a tiempo lo que ocasionó que esos sectores protegidos se convirtieran en rentistas. La experiencia internacional sugería que a inicios de los 1970s debió haberse liberalizado la economía.  

 

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Segundo, fue el gobierno el que seleccionó los sectores e inversionistas a proteger lo que se hizo sin transparencia para favorecer a personas “amigas” del régimen y  de sus políticos. La evidencia internacional recomendaba realizar esto por medio de subastas para evitar nepotismos.

Finalmente, con la protección surgió una industria del contrabando, también realizada por personas afines al régimen e incluso en contubernio con las autoridades. Se evidenció desde entonces la falta de estado de derecho en nuestro país.

Desde el punto de vista regional, la industrialización favoreció al centro y al norte del país, en detrimento de la región del sureste. Para muchos, este es perpetuó el atraso de esa región. En otros países se trató de dar un equilibrio en este sentido. Resalta en particular Corea del Sur.

Estos factores ocasionaron el desencanto de la política industrial agresiva seguida por México en la posguerra. Como consecuencia, nos fuimos al extremo de satanizarla. A tal grado que en la época salinista se acuñó la infortunada frase enunciada arriba.

Sin embargo estrictamente nunca ha dejado de haber una política industrial pues los privilegios fiscales, que son una forma de esa política, nunca ha desaparecido.

Más aún, siempre se ha subsidiado a la industria del turismo, la que inclusive goza de su propia secretaría de estado para satisfacer a un grupo de empresarios (un sector al que México le ha apostado tradicionalmente con consecuencias medioambientales desastrosas, y con elementos de corrupción inimaginables pues se ha lucrado con terrenos de una manera estrepitosa).

 

La política de ciencia y tecnología,  no ha arrojado los resultados esperados, y ha sido una fuente de subsidios muy inefectivos a la industria.

 

Por otro lado, desde inicios de los 1980s ha existido la política de ciencia y tecnología, que no ha arrojado los resultados esperados, y ha sido una fuente de subsidios muy inefectivos a la industria, por un mal diseño y por falta de transparencia, particularmente en el presente milenio (hay estudios de evaluación al respecto, sobre todo en materia fiscal, con resultados muy contundentes en este sentido).

Y por supuesto, por qué no decirlo, tampoco ha mejorado la calidad de la academia.

Así, conviene reflexionar si lo que se ha hecho hasta ahora después de la apertura comercial ha sido lo correcto. Es necesario repensar y quitar el mito de que no tenemos una política industrial ahora.

Sí la hay y es muy mala, desde la época del Presidente Salinas. Tomó distinta forma pero siguió existiendo (inclusive con subsidios a la generación de energía en la zona norte en detrimento de la del sureste).

De esta manera es necesario discutir una nueva política industrial, sin los vicios de la primera etapa, ni la inefectividad de la segunda que simulaba que no había pero que en realidad nunca desapareció. Es necesario reconocer que el actual modelo no ha transformado al país de la manera que se esperaba.

 

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El espacio no permite profundizar pero es posible dar algunas líneas. Antes de ello es necesario apuntar que es necesario facilitar y canalizar las fuerzas para que se dé una transformación de la innovación.

Para ello es necesario que el sector privado y el público se hablen, confíen el uno del otro, y que juntos alineen los objetivos mediante los instrumentos adecuados.

Una verdadera política de innovación requiere que el sector académico, el sector privado y el gobierno conjuntamente aclaren su rol en esta política.

Entender que ciencia no es innovación tecnológica, y que ambas se correlacionan, pero deben respetarse e incentivarse, cada una con sus propios mecanismos.

Usar la creatividad para diseñar instrumentos cuyos beneficios se esparzan sobre el mayor número de industrias posibles de manera que varios de ellos crezcan y florezcan (lo que Andrés Velasco ha llamado política industrial horizontal), y no dirigirla a una sola (política industrial vertical). Por ejemplo, el incentivo no debiera distinguir sectores, en caso de darse.

 

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Entender que política industrial y regional van de la mano. En este sentido la política industrial incluye construcción de infraestructura que haga más eficiente a la actividad económica. Pero ésta debe equilibrarse regionalmente. Las evaluaciones costo-beneficio deben reconocer este hecho, de lo contrario lo rentable siempre va a ser el centro y el norte de la nación.

Asimismo, no recurrir a las fórmulas antiguas, como por ejemplo, inmediatamente pedir tratamientos fiscales especiales. La política fiscal como instrumento de innovación tecnológica raramente da resultados. Hay que ser creativos y no recurrir a fórmulas obsoletas y que han comprobado su inefectividad.

Finalmente, como afirma Rodrik, el éxito de una política industrial debe ser capaz de distinguir, no los sectores ganadores, sino los sectores perdedores.

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".