AMLO: ¿Epicentro político?

Es posible que en más de un sentido, el PRD se esté desgajando en la medida en que perredistas de hoy y de ayer ya están pensando en dar pasos para abonar a la posición de López Obrador y Morena.
13 Marzo, 2017

Ya se veía venir pero ahora está bastante claro: López Obrador con su partido, Morena, se han convertido en centro de gravedad, auténtica plomada que atrae militantes y cuadros de la izquierda mexicana.

Lo es en dos niveles, por un lado, atrayendo perredistas con cargos de representación y organización y, por el otro, generando simpatías políticas entre los ciudadanos de la CDMX proclives al Sol Azteca.

Andrés Manuel López Obrador durante campañas electorales de 2006

En el seno del PRD se comentaba desde hacía tiempo: ir solos a la justa presidencial de 2018 con un candidato(a) propio(a), apoyar a López Obrador o -la más improbable- apoyar un candidato(a) de Acción Nacional.

Todavía con cierta prudencia se pensaba en la vía propia a la carrera presidencial. Pero hoy, con todo el asunto del Senador Barbosa al frente de su bancada, apoyando abiertamente a AMLO, y la correspondiente rivalidad de la Senadora Dolores Padierna al frente, ya no es tan evidente que “la tercera vía” para proponer, por ejemplo, a Miguel Mancera como candidato presidencial.

Las piezas se están moviendo en otro sentido si es que es verdad de que hay una suerte de desbandada del PRD a Morena. Es posible que en más de un sentido, el PRD se esté desgajando en la medida en que perredistas de hoy y de ayer ya están pensando en dar pasos para abonar a la posición de López Obrador y Morena.

Andrés Manuel López Obrador, líder partidista de MORENA

Al senador Barbosa le funcionaron bien las cosas por cuanto de 19 legisladores originales en el Senado sólo quedan pocos leales -entre ellos Dolores Padierna. Varios apoyaron Barbosa para que se quedara en su posición de jefe de bancada o líder parlamentario. Algunos de ellos -como Mario Delgado o para el caso Ríos Píter- ya han dejado al PRD y se acercan a Morena. Detrás del apoyo a Barbosa quedan en total catorce o quince.

No es necesario detallar la crónica de una agonía anunciada en términos del PRD, partido que perdió considerables niveles de representación en la eleción intermedia de 2015 (de alrededor de cien en 2012 a más o menos la mitad en la elección intermedia). ¿Qué podría ganar un partido de la izquierda que hace su propio juego cuando existe un líder que -a gustar o no- es claramente predominante en el flanco de las izquierdas?

Es por eso que López Obrador es hoy, hacia dentro de las izquierdas y hacia fuera de ellas un contendiente importante en lo que se perfilarán como las campañas de 2018 por la presidencia.  

No es exagerado pensar entonces en AMLO como un epicentro de las izquierdas que, además, funge como precandidato atractivo en general si nos atenemos a los datos de las encuestas en las que claramente compite con el primer lugar, según el careo de que se trate (p.ej. Osorio, Margarita, etcétera).

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Se puede estar en abierto desacuerdo con él o no, pero la realidad es que como se le mire es un precandidato perfectamente competitivo que, por tercera ocasión, disputa la presidencia. Detrás de sí lleva toda una narrativa que está en la mente de muchos electores que compran la idea de “la mafia del poder”.

Recordemos que la diferencia con el candidato Peña fue más o menos de alrededor de siete puntos y que frente a Calderón de menos de un punto porcentual (aunque venciera el michoacano). 

Pero el número efectivo de candidatos -un índice llamado por sus autores Laakso y Taagepera- señala un número muy semejante si se compara la elección de 2006 con la de 2012 (3.29 contra 3.21). ¿Porqué habría entonces tener una elección todavía más fragmentada, en lo que se refiere al resultado de 2018? ¿Por la participación de candidatos independientes?

Encuesta realizada por Grupo Reforma

Ahora bien, no es atendible una mirada acrítica a López Obrador, a riesgo de no ver las contingencias que ha dejado en en estos años de su proyecto político. Por una parte, se alejó de la belicosidad de 2006 si se analiza 2012. Ello, sin duda, porque el lenguaje agresivo termina siendo un búmerang y la lección la aprendió bien Andrés Manuel.

Sin embargo, belicosidad o tersura bien pueden esconder un talón de Aquiles que tiene que ver con la falta de transparencia en un extremo y en otro, una imagen muy cercana a la opacidad. Sí, AMLO parece ser el candidato a vencer, pero sus adversarios buscarán munición política donde puedan encontrarla.

Los posibles escenarios son por ahora sólo un ejercicio de imaginación o especulación. Andrés Manuel López Obrador lograría ya mucho convirtiéndose -como parece- en referente o epicentro de la lucha hacia 2018.

 

 

Claudio Jones Claudio Jones Politólogo del ITAM, maestro y candidato al doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad de Columbia. Experto en procesos electorales y en el sindicalismo moderno. Co-autor de diversos libros en el CIDAC.