Es la inversión, no la productividad, la clave para sacar al país de la mediocridad

“Los mercados nos dan la razón y se olvidan de la productividad”
28 Mayo, 2014

El debate reciente sobre la pobreza del crecimiento económico ha hecho que mercados, analistas y el mismo sector empresarial estén redescubriendo el papel importante de la inversión y se hayan olvidado de la versión oficial acerca de la productividad como el motor del crecimiento. A más de dos años de haber hecho nuestra propuesta1/, la realidad nos está dando la razón y confirmando tanto nuestro diagnóstico sobre el proceso de desinversión así como nuestra recomendación sobre la acumulación de capital como la cura para sacar al país de la mediocridad económica.

Cuando el gobierno mexicano presentó el PND hacia mediados del 2013 y destacó a la productividad no solo como el factor clave del programa económico sino también como la enfermedad de la economía de los últimos 30 años, tanto mercados como analistas y empresarios aplaudieron el gran descubrimiento oficial. En ese entonces nosotros dijimos que había un error en el diagnóstico oficial de la realidad económica mexicana y que no era la productividad el problema sino más bien la falta de inversión. Nadie nos hizo caso ni siquiera el nuevo gobierno. 

Nuestro análisis de junio del 2013 era el siguiente:

Productividad: Un Largo Camino Para un México Próspero2/

México presentó su Plan Nacional de Desarrollo (2013-2018), en el cual se plasma el rumbo para llevar al país a la prosperidad.
El diagnóstico oficial afirma que el descenso en la productividad fue la causa principal del insuficiente crecimiento económico de los últimos 30 años.
Si el análisis se enfocara sólo en los últimos 20 años, la historia cambia, y se demuestra que la desinversión fue la principal restricción al crecimiento.
Una estrategia económica basada en la productividad puede llevar al gobierno a tomar el camino más largo hacia la prosperidad, pues requiere medidas de largo plazo.

El gobierno mexicano dio a conocer su Plan Nacional de Desarrollo para el periodo 2013 a 2018, que establece el modelo de país y el camino por el que el gobierno quiere llevar a México. El documento contiene lineamientos generales en términos de política, economía y desarrollo social. Como cualquier plan, las medidas a poner en marcha dependen del diagnóstico de los problemas a resolver. De aquí que los errores e imprecisiones en el diagnóstico puedan llevar a tomar decisiones que podrían no ser las mejores para lograr las metas deseadas.

Fallas en el diagnóstico oficial

El Plan Nacional de Desarrollo reconoce el anémico crecimiento de México a lo largo de las últimas décadas y propone la transformación estructural para eliminar los obstáculos y los cuellos de botella. El análisis oficial establece que a lo largo de los últimos 30 años la caída en la productividad fue la razón principal del deficiente desempeño económico. De aquí que el plan proponga aumentar la productividad como medio para llevar al país a la Tierra Prometida. Sin embargo, el diagnóstico cambia completamente cuando el análisis se reduce a los últimos 20 años.

El plan de desarrollo tiene la virtud de hacer énfasis y traer a la mesa de debate uno de los elementos importantes del crecimiento permanente, que es la productividad. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, el diagnóstico oficial tiene dos defectos. Primero, considera que el descenso en la productividad es la única causa del deficiente crecimiento económico. Segundo, el diagnóstico no se sostiene en el tiempo, debido a que cambia cuando se acorta el periodo de análisis. En el primer caso, el análisis oficial determina que la productividad disminuyó 0.7 por ciento por año a lo largo de los últimos treinta años, para concluir que esa es la razón principal del bajo crecimiento económico durante el periodo. Por lo que, el plan de desarrollo deja de lado el papel de los factores de la producción, especialmente la inversión de capital.

En el segundo caso, si descontamos la década de los ochenta, cuando la economía enfrentó un cambio estructural negativo como resultado de la crisis de la deuda y partiéramos de los años noventa, cuando la economía experimentó su último episodio de reformas estructurales profundas, entonces resulta que la productividad no se contrajo sino que aumentó. De aquí que si el análisis parte de 1994 y se extiende a 2010, el nuevo diagnóstico afirmaría que la productividad aumentó 0.7 por ciento por año, de acuerdo con cifras del INEGI reportadas por el Plan Nacional de Desarrollo (PND).

Desinversión, no productividad

La realidad económica de México a lo largo de los últimos doce años muestra evidencia suficiente de que la desinversión fue el elemento principal que limitó el crecimiento. La inversión total como razón del PIB disminuyó constantemente a 21 por ciento en 2012 (cuando el PIB creció sólo 3.9 por ciento), contra un máximo de 27 por ciento en 2000 (cuando el PIB creció 6 por ciento). En el comparativo de las dos últimas décadas, la inversión total disminuyó de un promedio de 24 por ciento del PIB en la década de los 90s a 23 por ciento en la década del 2000, mientras que el crecimiento económico promedio disminuyó de 3.6 por ciento a sólo 1.7 por ciento en el mismo periodo. Así, mientras la productividad aumentó a un promedio de medio punto porcentual durante la última década, la inversión total perdió un punto porcentual del PIB y el crecimiento perdió 2 puntos porcentuales. Lo anterior confirma que la destrucción del capital físico fue el factor principal que limitó el desempeño económico de México.

El Plan Nacional de Desarrollo tiene la virtud de rescatar a la productividad como un factor clave del crecimiento. Sin embargo, la estrategia debería centrarse más bien en el elemento que no sólo fomenta la productividad, sino también el medio para aumentar la capacidad productiva desde el corto plazo: la inversión de capital. Si el gobierno centrara sus esfuerzos exclusivamente en la productividad podría estar tomando el camino más largo al éxito, pues el fortalecimiento de la productividad requiere medidas de largo plazo, a diferencia del impulso inmediato que se puede lograr en la inversión y la acumulación de acervos de capital. La productividad requiere de inversión de largo plazo en educación, infraestructura y desarrollo y transferencia de tecnología, que son elementos importantes para lograr un mejor futuro económico. Sin embargo, la aceleración en la acumulación de capital podría lograrse tan pronto como el gobierno abra algunos sectores estratégicos a la inversión privada. Lo anterior debería venir acompañado de una reforma fiscal que permita al gobierno generar ahorros para invertir precisamente en educación, tecnología y desarrollo social.

De aquí que, para llevar a México a la Tierra Prometida, el país necesita invertir intensivamente en el presente para poder aumentar el crecimiento y productividad en el mediano y largo plazos. Tanto el sector público como el privado tienen la responsabilidad de modernizar, reformar y llevar al país por el camino correcto hacia la prosperidad.

 

1/ Una propuesta de Cambio 2012-2018: Libre Mercado para el progreso Social. Instituto Lucas Alamán, AC, Febrero 2012.

2/ Alfredo Coutiño, Dismal Scientist, Moody’s Analytics, Junio 19, 2013.

Alfredo Coutiño Alfredo Coutiño Economista por la UNAM, maestro en Economía por el ITAM y doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Madrid. Es director para América Latina de Moody's Analytics, subsidiaria de la calificadora Moody's Corporation, desde 2005 en donde lidera el análisis, modelos y pronósticos para América Latina. Fue director de Ciemex-Wharton Econometrics.