El preocupante descontrol del gasto público

El Presidente ahorra en la imaginación y gasta dinero o sacrifica ingresos en la realidad.
6 Febrero, 2019
El presidente López Obrador en el lanzamiento del programa Sembrando Vida en Córdoba, Veracruz, el pasado 3 de febrero.
El presidente López Obrador en el lanzamiento del programa Sembrando Vida en Córdoba, Veracruz, el pasado 3 de febrero.
Econokafka

Regresa el Presidente munificente, generoso con los dineros públicos.

Andrés Manuel López Obrador muestra, con apenas dos meses de gobierno, una mano que se abre con facilidad y ofrece dinero como si este creciera en los árboles. Los montos pueden no sonar tan importantes, dado el gasto del sector público, pero muestran una peligrosa inclinación personal: la asignación de recursos arbitraria y sin control.

Un excelente ejemplo son las pipas adquiridas por Pemex. Como parte de la improvisación (llamarlo estrategia sería demasiado generoso) en contra del robo de combustibles, de repente fue la orden presidencial: a comprar pipas para no depender tanto de los ductos.

Un equipo gubernamental de primer nivel, los titulares de las Secretarías de Relaciones Exteriores, Economía y Función Pública, viajó a Estados Unidos a buscar los vehículos, a pesar de no ser (obviamente) expertos en el tema. Se adquirieron 671 autotanques, sin concurso alguno de por medio, una de las tantas asignaciones discrecionales, obviamente justificada por la prisa.

El costo total fue de 192 millones de dólares. Y además resultó que las pipas no cumplen con los requerimientos legales para transportar combustibles (requerimientos que evidentemente serán ignorados).

Una anécdota que un funcionario público ya entrado en años me contó, muestra el control que debería tener todo gobierno sobre los recursos del erario. El presidente Adolfo López Mateos pasaba en coche por la Avenida Insurgentes cuando vio el asta bandera que entonces tenía la tienda Liverpool, que era de aluminio.

 

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Comentó en voz alta que así habría que tener una, grande, en el Zócalo. Poco después alguien le presentó un presupuesto de lo que costaría dicha asta bandera. López Mateos vio la cifra y simplemente dijo “esta cantidad no me la autoriza el Lic. Ortiz Mena” (el secretario de Hacienda, quien luego repetiría el cargo con Díaz Ordaz). Con eso se acabó el asunto.

Es un control del que carece por completo López Obrador. No solo ordenó la compra rápida de cientos de pipas, además anunció que los futuros choferes de las unidades ganarán 30 mil pesos al mes. ¿De dónde saldrá el dinero para pagar pipas, salarios, operación, mantenimiento?

AMLO tiene una peculiar contabilidad personal: dictamina que se gana dinero en algo, y por ende se puede gastar sin afectar el balance de las finanzas públicas. Porque el desastre del desabasto, con costos económicos imposibles de calcular, para el Presidente ha implicado ganancias.

 

AMLO tiene una peculiar contabilidad personal: dictamina que se gana dinero en algo, y por ende se puede gastar sin afectar el balance de las finanzas públicas.

 

Primero dijo que el gobierno había ganado 2,500 millones de pesos por la gasolina que se habían dejado de robar, y días más tarde aumentó la cifra a 4,000 millones. ¿De dónde salieron esos miles de millones? Imposible de saber. Es de suponerse entonces que las pipas no son un gasto sino, al contrario, una forma de ahorro.

El gravísimo problema es que el Presidente no considera los costos, sobre todo los que son complicados de medir, y que además son ajenos a su esfera. Los miles de millones de pesos perdidos buscando gasolina y haciendo colas, los viajes no realizados, las citas médicas postergadas, la mercancía que se transportó tarde o incluso se echó a perder, los restaurantes u hoteles que perdieron viajes de placer o negocio… la lista es gigantesca. Ese dinero perdido, y que incluso podrá incidir en el Producto Interno Bruto y la recaudación fiscal, es como si no existiera. AMLO no lo “perdió” y por ende no se cuenta.

De la nada, como un mago saca conejos del sombrero, el Presidente produce cifras. Su gobierno intervino ante la Suprema Corte de Justicia, dijo, para asegurarse que no se devolvieran 35 mil millones de impuestos a ex dueños del Grupo Modelo. Lo que es un misterio es si ya tiene destino para todo ese dinero “ahorrado”.

Algo similar ocurre con la utopía obradorista en torno a la corrupción. Como ya no habrá corrupción (tan sencillo), entonces el gobierno se ahorrará mucho dinero, que obviamente se podrá gastar. Esa cifra mágica que se llegó a manejar incluso alcanzó los 500 mil millones de pesos al año. Ahora al parecer permitirá reducir la carga impositiva de Pemex. Se ahorra en la imaginación, se gasta dinero o sacrifican ingresos en la realidad.

 

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Una película que México ya vio: el gasto discrecional y sin control de Luis Echeverría y José López Portillo. El problema que enfrenta AMLO es que no tiene el margen de sus antecesores para imprimir dinero (Banco de México no era autónomo y obedecía órdenes presidenciales) o endeudar al país.

Al contrario, tiene la lupa de los mercados encima. Pero lo que no tiene es controles internos. Usando su analogía, Hacienda y el Congreso están de floreros, en tanto el Presidente ahorra dinero en su mente y lo gasta sin restricción en la realidad. Un gasto público fuera de control nunca termina bien, y apenas ha iniciado el sexenio.

 

@econokafka

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.