AMLO: el mesías de México

En el anti-neoliberalismo obradorista los recursos abundan, la eficiencia del Estado es absoluta y los obstáculos se derrumban ante la manifiesta voluntad política.
13 Marzo, 2019
López Obrador en una de sus conferencias de prensa matutinas.
López Obrador en una de sus conferencias de prensa matutinas.
Econokafka

Es mucho más que la esperanza de México, es el Mesías de la Nación, ese líder histórico que llega en muy raras ocasiones en los anales de un país para transformarlo y lanzarlo a una nueva etapa de desarrollo.

Por supuesto, en esta ocasión se trata de la cuarta ocasión. Como Juárez, Madero o Lázaro Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador encarna ese profundo cambio. Lo dijo en su discurso para marcar sus 100 días de gobierno: “… afortunadamente, como una bendición, cuando parecía que todo estaba perdido, la gente decidió a favor de un cambio de régimen y por otra política económica”. Uno puede imaginarse, particularmente, a Juárez revolcándose en su tumba.

Con esa “bendición”, AMLO se refería en específico a la reforma energética y sus (de acuerdo con su distorsionada óptica) nefastas consecuencias, pero podría estar hablando de muchos otros temas. La noche negra del PRIAN, esa etapa oscura del neoliberalismo, llegó al fin que merecía. Se sentó en la Silla Presidencial y la República se iluminó.

 

El Presidente Sol

Como Luis XIV, el Rey Sol, López Obrador es el Estado, o al menos así lo ha dicho un miembro destacado de su Gabinete. Como el astro rey, en torno a su persona giran los otros poderes de la Unión, particularmente el Legislativo. En su persona se apoyan gobierno y partido político, que además es un Movimiento. Morena es, más bien, una exitosa secta en que los feligreses no admiten el menor cuestionamiento a su deidad.

El Presidente Sol tiene una clara visión para México. Como una bendición, el aplastante mandato democrático le ha concedido un poder no visto desde los lejanos tiempos de Miguel de la Madrid. El tabasqueño evolucionó en el priato en su máximo esplendor: nació en los inicios del sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, ya era un adulto pleno (28 años) el día en que José López Portillo nacionalizó la banca en medio de un paroxismo nacionalista (y un desplome económico). Ahora lo ha recreado, aparte destronando al partido en que se unió en sus mocedades. Su referencia de poder era El Señor Presidente, ahora no necesita ir más allá de verse en el espejo

Puede desarrollar esa visión sin traba política o institucional alguna, sus deseos son órdenes. Hay una característica transversal en todos aquellos que lo rodean: la capacidad de mimetizarse y acatar las órdenes del superior. La mayoría no tiene experiencia alguna en su nuevo cargo, poco importa porque el Señor Presidente los guía en su camino. Aquellos con cierta trayectoria se han plegado sin miramiento alguno (al menos en público) a las disposiciones del titular del Ejecutivo.

El Presidente Sol concede audiencia todos los días, comunicándose directo con el pueblo, esa ciudadanía a la que ahora sirve sin egoísmo alguno, puesto que ya no se pertenece (ha dicho AMLO en alguna ocasión). También predica, sermonea, como el mesías que también es. Porque igual apunta y condena, sin necesidad de tener prueba alguna sobre sus dichos. En ese absolutismo mesiánico, igual puede ser juez que verdugo. Los miembros de su gobierno presentes en las mañaneras dan generalmente un lastimoso espectáculo de subordinación, impreparación e improvisación.

Por supuesto, también están esas extraordinarias consultas con el pueblo (bueno y sabio). Nada de molestas reglas o procedimientos: el mesías determina los temas, dicta las preguntas, y el Pueblo (con mayúsculas) responde. Para sorpresa de absolutamente nadie, las mayorías han apoyado aquello que desea el líder.

La farsa en todo el procedimiento no engaña a nadie, pero no importa, porque el Presidente ya puede argumentar que su decisión responde al deseo popular claramente manifestado. Quizá el reciente fiasco en torno a la termoeléctrica de Huexca atempere su pasión por justificar las decisiones ya tomadas con un circo que a pocos engaña, pero es de dudarse.

 

Un mesías económico

López Obrador igual manda sobre la economía, o al menos eso parece creer. México se convertirá en una potencia gracias a ese nacionalismo estatista que caracteriza al régimen. AMLO sabe en contra de qué está, y es de ese detestado neoliberalismo. Esa larga noche duró 36 años, seis sexenios, pero ahora el presenta, claro, el anti-neoliberalismo como solución.

En ese anti-neoliberalismo obradorista los recursos abundan, la eficiencia del Estado es absoluta y los obstáculos se derrumban ante la manifiesta voluntad política. La estrategia cuadra a la perfección: el Presidente ya no tolera la corrupción, por lo que se ahorrarán cientos de miles de millones de pesos. Las acciones contundentes derivan ahorro, y por supuesto ese dinero está para gastarse.

Con el mesías, el dinero es como los panes y los peces, simplemente se multiplican para que todos queden satisfechos. Por ello es posible hacer las promesas más desaforadas, como es decir que en dos años el país contará con un sistema de salud a la par que el canadiense o de las naciones escandinavas.

El Subsecretario de Hacienda había dicho que se podía ahorrar dinero si no se hacía la refinería de Dos Bocas, para así financiar parte del necesario rescate de Pemex, y la respuesta desde Palacio Nacional fue que había dinero suficiente. Se “luchó” contra el huachicoleo y el resultado fue que se ahorraron miles de millones (lo perdido por empresarios e individuos no se cuenta).

Cuando la realidad llama, se le niega la entrada. La frase ya trillada es contundente: el mesías tiene otros datos, que por supuesto no considera necesario sustentar. ¿Qué se pronostica un menor crecimiento? López Obrador dictamina que los que dijeron eso no saben, y que va a dar una sorpresa.

¿Las calificadoras anuncian una perspectiva negativa sobre la deuda del gobierno mexicano? Critica a esas empresas porque no consideran en su análisis que ahora ya no hay corrupción (las carcajadas en Nueva York debieron ser impresionantes). Para todo tiene respuesta, esperando que las variables macroeconómicas se dobleguen, o simplemente ignorando la realidad. Igual dice que no ha habido gasolinazo, para a continuación admitir que los precios de los combustibles han subido (pero decretando que van a bajar).

La estrategia obradorista es ignorar aquello que no se comporta como esperaba. Las cifras del crimen empeoran, pero ya no se habla del tema; el huachicoleo sigue (al parecer sin dar tregua), pero ahora como si no existiera. Pero eventualmente la realidad se impone, y estrellarse contra ella es doloroso. Los mesías verdaderos hacen milagros, pero es improbable que sea el caso del actual mesías mexicano.

 

@econokafka

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.