La Romósfera

Un triunfo en los Oscares para Roma significaría un voto de confianza de toda la industria americana en torno a Netflix y a los nuevos modelos de exhibición.
16 Diciembre, 2018
El director Alfonso Cuarón en conferencia anunciando el fin de la filmación de 'Roma' el 14 de marzo, 2017 (Foto: Tania Victoria, Secretaría de Cultura, CDMX)
El director Alfonso Cuarón en conferencia anunciando el fin de la filmación de 'Roma' el 14 de marzo, 2017 (Foto: Tania Victoria, Secretaría de Cultura, CDMX)
Cinetlán

La película “Roma” es una atmósfera cultural algo asfixiante.

Hace algunos años un teórico ruso llamado Yuri Lotman, nos demostró que no vivimos y respiramos realmente en la atmósfera natural del mundo, sino que vivimos realmente bajo otra capa espesa, humana, y harto compleja que llamó la semiósfera, es decir una atmósfera de signos.

Piénselo un poco: su mente, y por lo tanto sus sentidos, en este momento están enfocados en la lectura de este texto, quizá en su celular o en su computadora, toda esta realidad en la que está su “yo” es una realidad semiótica (la computadora, los programas, la interfaz, el artículo que lee).

Lo había intuido Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra” en su capítulo El país de la cultura: “Emborronados con los signos del pasado, los cuales estaban a su vez embadurnados con otros signos: ¡así os habéis escondido bien de todos los intérpretes de signos!”1. Pues en este momento nuestra semiósfera tiene una capa densa y gaseosa que nos envuelve, la Romósfera. 

Esto ha pasado antes en México, con cierta frecuencia, pero casi nunca con películas mexicanas2. Quizá haya quien recuerde como se vivió el preestreno del “Batman” de Tim Burton, la famosa Batimanía (lo que no había entonces que si hay hoy son redes sociales y por lo tanto abundantes comentarios de los lectores, la recepción crítica de ese Batman se parece muchísimo a la de Roma actualmente).

Roma ya es un fenómeno digno de estudio desde la perspectiva de la comunicación de masas, por gracia de una mercadotecnia inédita en la historia del cine mundial. Todo inició con una falsa polémica. Digo falsa porque Cuarón ya sabía las razones por las cuáles las salas comerciales mexicanas no la iban a exhibir.

 

Roma ya es un fenómeno digno de estudio desde la perspectiva de la comunicación de masas, por gracia de una mercadotecnia inédita en la historia del cine mundial

 

También podría llamarla una polémica artificiosa. Cuarón pidió en redes sociales, y en concreto en Twitter a las exhibidoras mexicanas que exhibieran Roma, al mismo tiempo ofreció su película a quién quisiera exhibirla, en un principio se refería a las salas de cine del circuito cultural. El grupo Cinepolis respondió también por redes sociales, por Twitter, las razones por las cuáles no se exhibía Roma en sus salas de cine.

No obstante la propaganda había prendido la mecha, se presentaba a Cuarón como víctima de los malvados exhibidores, es decir el individuo frente a las grandes corporaciones (el cuento de hadas de nuestro tiempo) y por supuesto el apoyo social, mediático e institucional, no se hizo esperar. La UNAM ya tiene Roma en sus salas, por ejemplo. Y por una ocurrencia en redes sociales, de nuevo en Twitter, hay funciones públicas gratuitas de Roma en los Pinos, la residencia de los Presidentes mexicanos, transformada en centro cultural en este nuevo gobierno.

La mayor parte de los líderes de opinión del país publicaron reseñas con elogios desmedidos, lo que es comprensible bajo el influjo de la emoción, por poner dos ejemplos:

El Dr. Leo Zuckermann escribió en su columna de Excelsior, Juegos de poder, del 22 de noviembre de 2018 el artículo titulado “Roma”, que empieza así “No soy ni pretendo ser crítico de cine, pero hoy voy a hablar de una película que me ha conmovido: Roma. Me siento obligado a agradecerle a Alfonso Cuarón por esta joya cinematográfica.” Y culmina así: “Más allá de todos los premios que pueda ganar, incluyendo el Oscar a la mejor película extranjera, Roma ya es una de las más grandes películas mexicanas de toda la historia.”

Este tipo de profecías sobre si la película va a ser una “de las más grandes de toda la historia” pues requerirá el aval del tiempo. Cuando lo comentaba con amigos, alguno me decía que ni siquiera era la mejor del año. Otros amigos han coincidido en que es una obra maestra, histórica, etc. Hay opiniones.

Lo que molesta un poco es la falta de conocimiento de la historia del cine mexicano, porque es extraordinaria, y tiene piezas maestras en cada década y casi en cada año, y particularmente este fue muy bueno para nuestro cine, lo confirman quienes estuvieron en el Festival de Cine de Morelia. Pero en fin, podría ser una de las mejores de la historia, yo no lo descarto. Ya veremos en unos veinte años. Por otro lado, Leo Zuckermann y muchos otros comentaristas vivieron en la colonia Roma o aledañas, y tuvieron nanas al parecer con la misma filiación étnica, lo que acentúa la identificación emocional con la película3.

El periodista Javier Risco publicó en su columna La nota dura de “El Financiero” el 21 de noviembre de 2018, con el título "Lo trágico, en dulce, y lo entrañable, en doloroso" iniciando así: "He visto la película dos veces y aún no la puedo abarcar." Y culmina el artículo: "lo que hizo es la película más bella en décadas". Con suspicacia se comentaba que Javier Risco probablemente no había ido al cine en dos décadas.

Este tipo de halagos desorbitados abundaron: al grado que el cineasta Julian Hernández publicó un Tweet el 22 de noviembre de 2018 diciendo: “Al paso que van, le van a agradecer a Cuarón que exista el cine”. Podría citar otras cuarenta reseñas emocionales con este tipo de superlativos, lo que es bastante empalagoso, pero que al mismo tiempo demuestra que la película hace conexión profunda con el espectador, pero no sólo el mexicano4: eso no se le puede negar.

 

Este tipo de halagos desorbitados abundaron: al grado que el cineasta Julian Hernández publicó un Tweet el 22 de noviembre de 2018 diciendo: “Al paso que van, le van a agradecer a Cuarón que exista el cine”.

 

Su genial mercadotecnia sumaba al apoyo mediático e institucional, el apoyo de la opinión pública a través de su gran diversidad de medios, lo que es ya un fenómeno transmedia digno de estudiar. Pero la pequeña bola de nieve que inició en redes sociales, y especialmente en Twitter, provocó una verdadera avalancha que ahora es toda una atmósfera.  

A un mes de que inició esta campaña sui generis Cuarón ha llamado a las fuerzas vivas al Romatón, (ya podemos acomodar el Plan de Roma junto al Plan de Ayala) en el que invita a todos los mexicanos a exhibir la película en su colonia, barrio o manzana5, esto acompañado de una campaña en redes sociales por la cual durante la función los convocantes deberán tomar fotos de las funciones, y la mejor, la más amplia y original ganará algún premio: ¿a dónde van a enviar sus fotos? A un hashtag de Twitter #Romaton  La campaña que salió del Twitter abreva en el Twitter, conectándose con personas que habitamos ese territorio medial.

 

Sin conocer el resultado y alcances de esta última etapa de la campaña, no cabe duda que ésta ha sido una campaña de mercadotecnia mediática revolucionaria; en el sentido de transformadora, trastocadora de un viejo orden institucional: es la ola de la transformación de la cultura de la exhibición en México y en el mundo.

Otra parte del éxito del marketing de redes sociales es la sensación de que el director maneja directamente su Twitter (presuntamente, lo cierto es que podría ser otra persona o un CM), hace pensar al espectador que ha establecido un dialogo directo con el autor. Y esa sensación empodera para bien y para mal. Un usuario lo puede utilizar para el insulto, la agresión y el escarnio; pero también para la aspiración legítima, a una comunicación más profunda.

 

Sin conocer el resultado y alcances de esta última etapa de la campaña, no cabe duda que ésta ha sido una campaña de mercadotecnia mediática revolucionaria; en el sentido de transformadora, trastocadora de un viejo orden institucional: es la ola de la transformación de la cultura de la exhibición en México y en el mundo.

 

Nunca antes se había tenido esta sensación de comunicación directa con el interlocutor, es la mediatización del diálogo público al que aspiraban los movimientos sociales que culminaron en 1968 y que trataban de evitar las negociaciones turbias y oscuras, la cooptación, a través de un proceso transparente de interlocución. Y ¿qué puede ser más transparente y público que la conversación en redes sociales?: ahí esta la viralización como ejemplo. Habitamos transformaciones culturales profundas.   

Podemos imaginar un futuro en el que las cadenas de cine tengan convenios con Netflix, con HBO, con Amazon Prime, con Filminlatino, con Blim (es decir con cualquiera que tenga contenidos que la gente desee). Hablo en serio. ¿No irían al cine a ver en pantalla grande, con sonido Atmos, la última temporada de Game of Thrones? ¿La segunda temporada de Amazon Prime de American Gods?

Hoy en día, ya hay un acuerdo con la cadena ESPN para exhibir juegos de Futbol Americano. En un futuro próximo el argumento de las “ventanas” como fenómeno de exclusividad, abrirá paso a un formato de exhibición transmedia. Roma por lo tanto, como fenómeno mercadológico y mediático, no sólo es el presente: es una gran “ventana” al futuro.

 

ADENDA

Esta es una guerra entre el viejo orden y la llegada de uno nuevo. Es la invasión de los bárbaros. La destrucción de la Roma imperial que conocíamos para construir la Europa que conocemos. La caída de Roma era inevitable. La transformación cultural no puede detenerse. Pero hay que saber leerla.

Desde la perspectiva institucional, un triunfo en los Oscares para Roma significaría un voto de confianza de toda la industria americana en torno a Netflix y a los nuevos modelos de exhibición; lo contrario sería impulsar el movimiento de reacción mundial de las salas, y de ciertos festivales de cine como Cannes, en contra de esta revolución (posición francamente reaccionaria, lo que no es entender el mundo en el que se vive y sus transformaciones culturales). Yo pienso que va a ocurrir lo primero.

Si lee bien la historia del cine norteamericano, su asidero es la innovación tecnológica y desde esta innovación la transformación cultural cinematográfica mundial. Pasó con el sonido en el 27, la innovación de los grandes formatos a partir de los años cincuenta, al mismo tiempo de las diferentes técnicas de color, el maquillaje en los ochenta y volvió a pasar con el cine digital en los años noventa, en el nuevo milenio las tecnologías de realidad virtual y aumentada, las innovaciones del sonido en salas, y experiencias 3D y 4D. La decadencia de la televisión y el ascenso de la transmedialidad (como rasgos de la transmodernidad) son el siguiente escalón.

Netflix se ha encajado en la maquinaria de la industria cultural americana, Netflix, como antes Amazón, ya son Hollywood también. Y las instituciones americanas siempre impulsan su industria cultural ya que significa la segunda industria en generación de divisas en los Estados Unidos (quizá ya sea la primera), solo detrás de la industria militar.

La industria cultural en este orden: cine, música y televisión. Y son tan eficaces que los habitantes del mundo estamos totalmente inmersos en la industria cultural americana, es otra capa de la semiósfera, otra subatmósfera. Si quiere huir de ella: bueno apague el Netflix, apague el Youtube, apague el Spotify, no vuelva a buscar nada en Google, prescinda de Windows y Machintosh, de Twitter y Facebook, impida que sus hijos consuman nada que provenga de Disney, y construya una cabaña en el bosque (si encuentra alguno).     

Al final de este camino, Roma sí termina por representar el gran imperio que refiere: el poder de la industria cultural americana, de Hollywood, de sus majors en donde ya se sientan a la mesa Netflix y Amazon y HBO y otros más; el poder de las redes sociales y la transformación cultural en ciernes, la transmodernidad a partir de la transmedialidad, es una película mexicana (sui generis) de proyección global. Dicho todo esto sin moralizar. No sé si es bueno o malo, simplemente es.

 

[1] Siempre he pensado que es lo que construye Kubrick en 2001 con la llegada del astronauta al espacio blanco donde se ve a sí mismo.

[2] Pero si es importante hacer esta salvedad, cito tuit del 22 de noviembre de 2018 del maestro Luis Reséndiz: “roma puede estar chingona o no, eso es lo de menos, pero no es una producción representativa de las condiciones del cine mexicano”. En el mismo sentido el crítico Alonso Díaz de la Vega en su columna de El Universal “Roma, o las dicotomías de la forma” escribió: "Nunca en la historia del cine mexicano se había logrado una recreación de periodo como la de Roma porque no existe tal cantidad de dinero para un solo proyecto.”, acentúa que la producción de Roma es más cercana a la producción hollywoodense estándar.

[3] Desde el departamento de interés social en el que yo crecí en el que tres hermanos compartíamos una misma habitación con litera triple, la casa de los niños de Roma es como los Pinos, y nuestra única nana fue la chancla de nuestra mamá. Contrario a Zuckermann, en mi caso esta diferencia de clase me crea un poco de distancia emocional.

[4] La transmodernidad se caracteriza por organizarse en torno a un nuevo gran relato (o una nueva utopía): la globalización. En este sentido Roma es una película de su tiempo, pues siendo tan íntima y personal, y tan mexicana en su urdimbre, conecta con público de todo el mundo, porque en todo el mundo se reproduce el mismo sistema clasista, fácilmente un hindú, un chino, un turco alemán puede identificarse con el personaje principal por su carácter étnico: en un mundo que lucha por los derechos humanos de las minorías étnicas, el valor cultural de las comunidades, la lucha contra la discriminación, o de las mujeres contra el heteropatriarcado, todas estas luchas contemporáneas están perfectamente representadas en la película, que aparentemente es una película del pasado, pero en realidad muy del presente. El éxito de Yalitzia es espejo del éxito de María de Jesús Palacios, precandidata a la presidencia de México que marcó un precedente trascendental.   

[5] Paradójicamente el cineasta Julián Hernández había ironizado en su cuenta de Twitter, el 7 de diciembre de 2018, en el contexto de la función gratuita de Roma en los Pinos, con el siguiente Tweet: "Me informa mi colega la Señora de los Jugos, que se une a la campaña para que todos vean #Roma, los invita a su casa el viernes 14 para verla en @Netflix en su pantalla de 65". Habrá Jugos y Palomitas. #EsEnSerio”. Pues burla burlando quizá impulsó la idea del Romatón. La versión oficial del tema es que se trató de un tweet del usuario @seth_bingo: http://www.milenio.com/espectaculos/la-historia-de-solidaridad-detras-del-romaton 

 

@dosvalar

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.