El cine contemporáneo en la telaraña del superhéroe

La chica en la telaraña, dirigida por un director uruguayo, Federico Álvarez; es prácticamente una película de superhéroes.
28 Noviembre, 2018
La chica en la telaraña, dirigida por un director uruguayo, Federico Álvarez.
La chica en la telaraña, dirigida por un director uruguayo, Federico Álvarez.
Cinetlán

Acabo de cerrar cuatro meses tortuosos de trabajo incansable, de múltiples proyectos que de hecho muy pronto estarán en televisión, ya les platicaré. Apenas he podido volver a las salas de cine, a las lecturas y a las series de televisión. Vi hace unos días, una película que  lleva por título La chica en la telaraña, dirigida por un director uruguayo, Federico Álvarez.  

Me lo pasé muy bien, la verdad. Es una película de acción con una heroína muy peculiar, un personaje interesante, de culto llamado Lisbeth Salander, es una joven detective justiciera. El personaje viene de una famosa saga literaria, y de una superprestigiada saga cinematográfica sueca, y tiene otra película antecedente con buena crítica La chica del dragón tatuado de David Fincher (sumamente reaccionaria, por cierto, como todo el cine de Fincher). Total que nuestra chica en la telaraña fue reprobada por el mundo de la crítica especializada, a nadie le gusto. 39% de aceptación en la estadística de Rotten Tomatoes1 lo dice todo.  

  
A mí me gustó, pero esta no es una defensa de dicha película, es más bien un análisis de algo que pasa en ella y que me parece muy peculiar: la enorme influencia del cine de superhéroes en TODO el cine contemporáneo. En el cine del nuevo milenio al menos. Ese cine de superhéroes totalmente despreciado y menospreciado por la crítica especializada es en realidad el que está marcando la estética cinematográfica contemporánea en su conjunto. He notado en un cúmulo de películas de diverso signo, de arte, del circuito de festivales, que de pronto aparecen rasgos estilísticos o semánticos del cine de superhéroes


Creo que podría postularse, al menos como hipótesis que en toda la historia del arte narrativo, literatura, teatro, cómic, cine y televisión, existe en ciertos periodos una hegemonía narrativa y que todas la obras periféricas establecen un diálogo inevitable con esta fuerza hegemónica que se vuelve tácitamente medio ambiental. Esta por todos lados, se te mete en el subconsciente, y quieras o no, aparece de pronto ahí en tu novela, en tu obra de teatro, en tu cómic, en tu película, en tu serie de televisión.


La chica en la telaraña es prácticamente una película de superhéroes, y conforme la película avanzaba no dejaba de pensar en la serie de Marvel Jessica Jones, el maravilloso personaje femenino de Krysten Ritter muy fuerte, independiente, detective privado, etc. Que el mejor amigo de este personaje sea un periodista -eso inició con Superman, pero ocurre en “n” cantidad de historietas-, donde la chica no solo es un cerebro intelectual, además es una excelente guerrera marcial, sabe pelear, sabe manejar armas, vehículos, y en todo es muy talentosa, aunque es mortal como Batman, otra saga que surgió en el relato del detective privado que a su vez viene de Sherlock Holmes, el detective por excelencia.

Jessica Jones de Marvel

Pero justamente si observan las películas de Sherlock Holmes de Guy Ritchie y la maravillosa serie de la BBC con Benedict Cumberbatch, el tratamiento de la inteligencia de Sherlock y de la película en su conjunto, es más cercano a mostrar la inteligencia como un superpoder en el marco de la estilística del cine de superhéroes. Por ejemplo, seguramente recuerdan cómo en las películas en fracciones de segundos Sherlock explora diversos escenarios; también ocurre en la serie de televisión, ahí explora visualmente diversos escenarios a partir de los detalles, es decir, como una visión más allá de la visión; también resulta fundamental el arte del disfraz de Sherlock Holmes, su forma de camuflarse. Y llegamos a Doctor House, otro personaje cuya inteligencia es como un superpoder, pero aquí la estética superhéroe se nos diluye en el melodrama más tradicional.


La estética de los superhéroes está también en las películas y en las series sobre el crimen organizado. En la famosa serie Breaking Bad de Vince Gilligan el superpoder del personaje principal resulta en su superioridad científica y capacidad técnica. Como en los superhéroes, el personaje Walter White desarrolla una doble personalidad, donde su personalidad pública es mediocre y pusilánime -Clarke Kent sin más- sin que nadie sepa que su personalidad superpoderosa es la de un hombre sumamente ambicioso, inteligente, valiente y también desalmado: Heisenberg.

En un episodio utiliza su conocimiento científico para crear un cristal bomba con el que logra salir de una situación de vida o muerte, su joven aliado Jesse Pinkman complementa a la perfección un dúo dinámico disfuncional. Pero es quizá en la tercera temporada de Daredevil, pieza maestra de arte guionístico y quizá la mejor temporada de una serie de superhéroes hasta la fecha, la que nos da la dimensión perfecta de la sublimación del crimen organizado moderno, tanto en el perfecto tramado de la red de complicidades que teje Kingping, como en un brillante diálogo que enfrenta a los personajes heroicos: Daredevil está convencido que la única forma de terminar con Kingping es matándolo, Foggy Nelson su Jimmy Olsen trata de convencerlo de intentar nuevamente detenerlo por la vía institucional: 


FOGGY: Es tener fe en el sistema, algo que antes tenías.
MATT: Es enfrentar la realidad de que hay ricos y poderosos que el sistema no puede manejar, están por encima de la ley.

Matt y Fuggy de la serie Daredevil

 

Daredevil no hace sino expresar el pensamiento de millones de ciudadanos del mundo. Se ha hablado mucho y con razón que los superhéroes son como dioses modernos. Es decir, tienen poderes sobrenaturales. No obstante hay superhéroes sin poderes sobrenaturales, ya nos hemos referido a Batman o a las super inteligencias.  Los narcotraficantes se presentan en la narrativa moderna como supervillanos de facto, sus poderes están siempre por encima de las leyes de los hombres, y ocurre en Los Soprano, en la serie de El Chapo, en la sombría película Miss Bala, en la Reina del Sur, en el Señor de los Cielos, en una narrativa que está impregnada del olimpismo del relato superheroico. 


Abundan películas sobre la capacidad heroica de personajes sin superpoderes sobrenaturales, pero con superhabilidades humanas, de estas hay todo un gran género de películas que podríamos denominar del género survive, que incluiría incluso documentales sobre hazañas deportivas, o en el sentido opuesto, de supervillanos del deporte, tal sería el caso de La mentira de Armstrong de Alex Gibney; o la película Yo, Tonya sobre la patinadora Tonya Harding. Un rubro interesante del género survive son aquellas películas que narran la superhabilidad en el manejo de un avión, por ejemplo Sully, hazaña en el Hudson (2016) película de Clint Eastwood basada en una hazaña real, o la muy famosa El vuelo (2012) película de Denzel Washington, que narra también cómo las habilidades técnicas de un piloto logran salvar a cientos de personas de un desastre en un medio de transporte masivo, lo que es un tema clásico de los superhéroes, ahí esta Superman (y muchos otros) salvando siempre las vías del tren, lo puentes o los camiones escolares.

Ojo: las conexiones entre el cine de superhéroes y estos otros discursos cinematográficos no siempre son literales, no siempre están a la vista, son hilos semánticos, sintácticos, estilísticos que perfilan estas correlaciones. He ido a lo largo del artículo señalando algunos de estos hilos, uno de los más sólidos es aquel que ve una línea directa entre la mitología o cosmogonía religiosa clásica con los superhéroes. Otra prueba a favor de la hipótesis de la hegemonía narrativa del cine de superhéroes sería una copiosa producción de películas y series de televisión en la cual se expresen estos motivos. 

En el cine de Darren Aranofksy se expresa la trama de las superhabilidades, vistas en un sentido autodestructivo, en el Cisne Negro la bailarina logra sublimar su arte a partir del autosacrificio, no obstante alcanza la perfección cuasi divina. Pronto Aranofsky virará hacía un cine simbólico religioso, la historia de Noé nos presentará al patriarca bíblico en la piel de Russell Crowe, que había sido pocos años antes el Gladiador otro superhabilidoso guerrero romano, un Noé de playeras entalladas que luce tremendos bíceps, y pelea férrea y diestramente, hercúleo como Rambo -y como el superhéroe más tradicional, es decir, Superman. Mucho más atípico será el cine de Yorgos Lanthimos, que en dos películas La langosta (2015) y El sacrificio del ciervo sagrado (2017) enhebra sus tramas en mundos mitológicos (la vieja estrategia del multiverso de los cómics). 


Otros ejemplos son menos oblicuos, es decir, mucho más obvios, en la gran novela de Neil Gaiman American Gods los dioses son superhéroes (hay serie de televisión en Amazon Prime). Constantine, película basada en el personaje del cómic John Constantine, que es un superhéroe, utiliza la mitología cristiana de dios y el diablo, ángeles y demonios, para construir un mundo de perdición y salvación. 


Pasar de la mitología religiosa al género superheroico ocurrió por primera vez en el género del terror. Fue Clive Barker el que cambió el paradigma del monstruo. En el terror clásico estilo Stephen King o H.P. Lovecraft el monstruo es un engendro del mal, sobrenatural, no humano, demoniaco, enemigo de la humanidad. Clive Barker inicia una corriente vigente hasta hoy, donde invierte estos valores: lo humano es lo monstruoso. En libros exquisitos como The Hellbound Heart o Sortilegio, los monstruos son seres superpoderosos dedicados a combatir el corazón del mal que está en lo humano.

En Hellraiser, los cenobitas, seres del infierno, vienen a este mundo persiguiendo el alma de un ser humano extremadamente malvado, que escapó del infierno. En esta misma tendencia los vampiros y hombres lobo de la saga Crepúsculo son en realidad superhéroes que buscan ayudar a la humanidad; más obvio en la saga Blade del cómic de Marv Wolfman y Gene Colan, con populares películas interpretadas por Wesley Snipes; o la saga Inframundo o la saga Resident Evil. El gran escritor de cómics Alan Moore creó junto con el dibujante Kevin O’Neil La liga de la gente extraordinaria, que utiliza a varios personajes literarios como superhéroes o supervillanos, también tuvo adaptación cinematográfica.


La misma fantasía heroica clásica está llena de superhéroes, desde Conan el bárbaro, pasando por los personajes mágicos y todopoderosos de El señor de los anillos, seres mágicos y poderosos que tenemos también en la serie de televisión Game of Thrones (que viene de la saga literaria de George R. Martin). Es fácil darse cuenta de que uno está respirando este cine todo el tiempo, en todas partes. Otras sagas literario-fílmicas no están exentas de esta estética superheroica, desde Harry Potter hasta The Hunger Games o The Maze Runner. Es importante señalar que de ser cierta mi hipótesis no hay una posición crítica frente a la narrativa hegemónica, o es tibia, o es un campo vacío.   


Quizá la mayor crítica al cine de superhéroes actualmente lo constituya la película Birdman, de Alejandro González Iñarritu, aunque fue más bien leída como una crítica a Hollywood y no solamente al cine superheroico. Y no obstante Iñarritu filmó poco después El renacido2  que puede ser leída en clave de cine superheroico, pues tenemos un personaje con un factor curativo semejante al de Logan. El triunfo de La forma del agua de Guillermo del Toro es un reconocimiento tácito del imperio del cine superheroico. 


En Spiderman Homecoming, Peter Parker y su compañero de clase Ned, son lectores de cómics y de relatos de superhéroes, y hacen comentarios (paródicos) sobre el género, por ejemplo la teoría del chico de la silla, aquel que le ayuda al super héroe a larga distancia, desde la cabina de televisión o el móvil, a través de la nueva tecnología y curiosamente o no, también pasa eso en La chica en la telaraña…  sí, tiene su propio chico de la silla. En todo eso pensaba mientras veía la película.  


Por supuesto que hay una resistencia activa al cine de superhéroes, un diálogo fílmico, hablaré de este tema en otro momento. Lo curioso es que la crítica tradicional ha cerrado ojos, oídos y mente a este cine por considerarlo estética, intelectual y conceptualmente inferior. Es un viejo truco de la academia, el truco avestruz, si no lo estudio, no existe. Pero están tan enredados en la telaraña superheroica, como el resto del mundo3. Simplemente la rechazan, no la voltean a ver, no hablan de ella, como si no existiera. Y cuando se la topan de frente como en el caso de La chica en la telaraña la desaprueban compulsivamente. 

ADENDA
En pleno renacimiento la literatura vivió el ascenso de una narrativa hegemónica de gran popularidad, las novelas de caballería. La academia, la crítica culta, la iglesia y hasta el gobierno despreciaba esta narrativa, que el pueblo amaba. Estos libros fueron legalmente prohibidos en 1556, pero como sabemos la gente siguió leyéndolos (o escuchándolos mientras eran leídos, más bien), por un siglo más al menos. Fue tan poderosa esta narrativa que se habla incluso de la influencia de los valores literarios de la caballería, en la conquista y colonización de América. Quizá era literatura vulgar, pero de ella nació en 1605 Don Quijote de la Mancha. Bien dice Nietzsche, el caos llega a parir una galaxia de estrellas. 


1.- Rotten Tomatoes es una organización que elabora un rating estadístico, una media, con base en el signo positivo o negativo de las críticas especializadas, y otro con críticas de usuarios.

2.- Fue quizá el crítico del semanario Proceso, Fausto Ponce quién señalo primero cómo la película parecía de superhéroes, por las habilidades sobrehumanas del personaje. 

3.- La realidad es un relato que todos construimos cotidianamente, una historia. Nuestra propia personalidad es un relato propio, el relato de mi vida, mi historia. Por lo tanto la hegemonía narrativa afecta con su radiación narrativa nuestra manera de ver y entender el mundo y a nosotros mismos. No estamos hablando pues de historias para niños o adolescentes tardíos, de hombres trasvestidos, con los calzones encima de los pantalones, etc., etc., estamos hablando de una fuerza narrativa cuya influencia cultural es muy poderosa en la construcción del discurso de la realidad. Desde lo más trivial: por ejemplo la gente ahora habla de su superpoder, ejemplo de twitter: @fiorella2698 “Mi superpoder es llevar dos carreras y aún así pegarme la fiesta heavy” hasta construcciones sociales aberrantes, como la fábrica de supervillanos en un mundo sin superhéroes: asesinos seriales, asesinos múltiples, terrorismo a los que medios, personas y grupos rinden a veces culto; formas de pensamiento mágico, por ejemplo que cierto ritual a la Santa Muerte me puede dar inmunidad (o cuasi inmortalidad), etc. El consumo de super vitaminas, super tratamientos, super dietas, super entrenamientos, super drogas, super tratamientos, etc. 

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.