Dumbo y el praxinoscopio

15 Abril, 2019
Dumbo (2019) no es un remake, no es una versión del clásico de 1941. Es más bien una respuesta, una reacción.
Dumbo (2019) no es un remake, no es una versión del clásico de 1941. Es más bien una respuesta, una reacción.
Cinetlán

La mayoría de los live action (que son más bien digital action) eran innecesarios desde un punto de vista estético, aunque han sido sumamente rentables desde la perspectiva financiera.

Cenicienta (2015)  o  La bella y la bestia (2017) resultan innecesarias pues son versiones ancilares o literales de los originales de 1950 y 1991, pero fueron trancazos de taquilla. Los live action fueron una idea de John Lasseter (el gran maestre de Pixar) a la grave crisis de contenidos que aquejó a Disney al iniciar el siglo, se decía que Disney había perdido la brújula de su producción original.

El primer ensayo de los live action fue una encantadora película llamada Encantada de 2007, donde una princesa Disney escapaba del mundo animado y caía en el Nueva York contemporáneo  -¿dónde más? Los live action han sido un modo de volver a revitalizar los clásicos de Disney, un modelo de negocio que al parecer continuará en el mediano plazo.  

¿Por qué trasladar visualmente la misma película? Quizá fue por los resultados de los análisis mercadológicos sobre Alice in Wonderland (2010) de Tim Burton. El guion de la película no es una versión, ni de las novelas infantiles de Lewis Carroll, ni de la versión animada de Disney (1951), a lo más está inspirada en los personajes y escenarios imaginados por el matemático inglés, incluyendo su poema inteligible El Jabberwocky a quien inusitadamente Burton transforma en una especie de monstruoso dragón alebrije. Es pues una versión libre, con un guion bastante clásico, con un posicionamiento feminista evidente, no de balde fue escrita por Linda Woolverton, la escritora de Mulan (1998). Alicia está en su juventud y regresa a Wonderland, huyendo de la realidad, de una vida que quería imponerle su padre. Y vuelve de Wonderland con la madurez suficiente para recuperar la libertad de decidir sobre su propia vida. Visualmente barroca y absolutamente espectacular, no obstante la gente quería ver la Alicia de siempre, la del cuento, y la de Disney.

Quizá por eso, el estudio impuso versiones literales. Pero no a Burton. Así llegamos a Dumbo 2019. Lo primero que hay que entender es que no es un remake, no es una versión del clásico de 1941, como Alicia. Es más bien una respuesta, una reacción. Este Dumbo como película dialoga con su versión anterior, desde otro siglo, desde otro milenio y desde otros valores.

El primer cambio fundamental es qué si bien, la película anterior se admiraba de que un elefante pudiera volar, metáfora de que una persona con capacidades diferentes pueda destacar, sobresalir, ser exitosa, en la versión de Burton se da por hecho que un elefante puede volar.

Este cambio semántico es fundamental: pues la versión anterior se centra completamente en este asombro, mientras que Burton lo resuelve en unos minutos. Signo de los nuevos tiempos, hoy no solo no nos admiramos que personas con capacidades diferentes puedan alcanzar grandes metas, sino que damos por hecho que así debe ser. El mensaje original de la película de 1941 se ha superado, hay que decir nuevas cosas, hay que dar nuevos mensajes.  

 

Dumbo (2019) como película dialoga con su versión anterior, desde otro siglo, desde otro milenio y desde otros valores.

 

Otro cambio importante es el tratamiento de los animales. Dumbo de 1941 es una alegoría del mundo, los animales hablan y establecen relaciones entre sí y con los seres humanos, que parecen bastante humanas. La comunidad elefante es de puras elefantas (o sea hembras), y con una perspectiva machista de género, caricaturizadas como mujeres chismosas y abusivas. Los cuervos son una referencia racista a la comunidad afroamericana marginal dispuesta a ayudar a otros marginales. Ya en el ensayo anterior habíamos establecido que los animales trabajan en el circo, como los obreros trabajan en una fábrica. Que un ratón y un elefante sean mejores amigos, es un chiste especista.

En la película de Tim Burton no existe ningún tipo de relación animal de este estilo. Los animales no hablan, y se comportan por lo general como animales; y los seres humanos se comportan con ellos con la brutalidad acostumbrada: no les parece mal en el circo que la mamá de Dumbo sea vendida, no tiene nada de malo porque como animal es una propiedad, y como toda propiedad está a expensas de su propietario. Evidentemente hay aquí una fuerte crítica a la lógica capitalista, a la utilidad no ética. Para ser aceptado en su sociedad circense, el Dumbo de 1941 debía ser útil a la sociedad. Debía trabajar, ganar dinero. En la alegoría final Dumbo alcanza el sueño americano, se vuelve millonario y en toda una alegoría consumista, Dumbo le compra a su mamá su propio vagón lujoso. ¿Qué más puede desear una persona en la vida que tener capacidad de compra?

 

Escena final, Dumbo (1941)

 

Pues Burton subvierte completamente la fábula: y se pregunta ¿por qué sería feliz un animal que es explotado por los seres humanos? Aunque gane dinero y ostente grandes lujos. No sería más importante para un animal su emancipación, su libertad. La de su madre en primer lugar y la suya propia. Es un tema controvertido hoy día, pero Burton utiliza Dumbo para dar un mensaje universal contra la explotación animal. Y también contra la explotación humana.

Quizá la metáfora más interesante de la película de Burton radica en su crítica feroz contra el corporativo Disney. El viejo Disney había aprovechado la película de Dumbo para burlarse de sus trabajadores. Pues Burton usa la película para exhibir la voracidad omnímoda de Disney.

El personaje V. A. Vandevere (Michael Keaton) es el empresario voraz que compra El Circo de los Hermanos Medici con la oferta de un plan vitalicio para todos los miembros del circo. Aunque en realidad a él solo le interesa Dumbo. El empresario voraz posee un inmenso parque de diversiones. Y utiliza a Dumbo para vender muñequitos. No tenemos un plano detalle de los muñequitos, Burton hace dos shots de ellos en un plano general, niños y adultos pasan y los compran masivamente, pero a lo lejos se parecen al Dumbo de 1941, que debe haber vendido muchos muñequitos.

Cuando Dumbo no resulta ser el negocio que el empresario esperaba, lo vitalicio desaparece y despide a todos los miembros del circo. Es la perfecta metáfora de Disney y del mundo corporativo en el que vivimos: uno puede entregarle su vida a una empresa y ser despedido cualquier día de la semana de forma despiadada y en malos términos. Curiosamente Michael Keaton interpretó hace algunos años a Ray Kroc el ojete empresario que fundo la cadena McDonalds con el despojo vil a los dueños originales.  

Pero los miembros del circo tienen algo más poderoso que el dinero: su comunidad. Los corporativos pueden quedar destruidos por una mala administración (en una premonición sombría Burton imagina a Disney ardiendo hasta las llamas) pero la comunidad permanece. Es en la solidaridad, en la amistad, en los lazos familiares extensos (no sólo con familiares de sangre) donde se puede encontrar el desarrollo de uno mismo y por lo tanto la felicidad.

 

Burton utiliza Dumbo para dar un mensaje universal contra la explotación animal. Y también contra la explotación humana.

 

Las secuencias finales del circo sin animales aportan el sentido completo de la película, una nueva sociedad, menos egoísta, menos consumista, que puede ser feliz en nuevos valores, por ejemplo valores comunitarios. Que al final, la niña tenga su propio espectáculo de divulgación científica y tecnológica lo ejemplifica: cada individuo es importante, merece ser escuchado y respetado en sus ideas, vocaciones, idiosincrasias y por supuesto valores.

Es en este espectáculo donde aparece el praxinoscopio de Charles-Emile Reynaud, un juguete óptico muy sofisticado del siglo XIX por el cuál se animaban dibujos y se proyectaban sobre la pared. Siempre se consideró como uno de los antecedentes más importantes del cine en general, pero actualmente se considera un precursor del cine animado. Antecedió al cinematógrafo Lumiérè dos décadas. En la película la niña lo presenta en su gabinete como un avance tecnológico, y lo que proyecta es el dibujo animado de Dumbo.

 

 

El bonito guiño metaficcional nos lleva a una cuestión muy interesante de la película: en qué año o en que época esta ambientada. La patente del praxinoscopio es de 1876, pero la primera función pública es de 1892, la cultura circense floreció en el siglo XIX, pero el empresario V. A. Vandevere llega al circo en un automotor de los años cincuenta, el papá de los niños regresa de una guerra que no sabemos cuál es, sin un brazo. La respuesta es que está planteada ahistóricamente, mezcla de tiempos, en un estilo que podemos llamar Retro-Anacrónico. La estética visual además está tomada de los viejos Rótulos de madera que se pintaban en los carros de ferrocarril del circo, un aire decadente que le fascina al maestro.

La película decepcionó a quién esperaba una versión de Dumbo que pasara en limpio la versión de 1941, y decepcionó a los que esperaban una película de Burton (han encasillado lo que consideran que es o debe ser una película de Burton). Probablemente esperaban una secuencia de elefantes rosas más delirante que la del original.

Lejos de eso Burton no tiene un compromiso con un estilo personal, dicho de otra manera no se rinde culto así mismo. Burton tiene un compromiso con el discurso de la película y toma decisiones importantes al respecto. Su estilo respeta mucho al espectador, evita la manipulación emocional y procura cierto distanciamiento. Así pone al espectador en una posición crítica: yo te muestro, tu valora, tu juzga. La didáctica de Burton renuncia a asustar a los niños: les expone buenos ejemplos a partir de buenas prácticas. Y es muy eficaz.

 

Juzgada sin prejuicios y con detalle, la película es técnica y discursivamente perfecta.

 

Burton es un relojero de alta precisión. Puede no gustarnos este Dumbo pero no es de ninguna manera, una mala película.      

 

ADENDA

Analizaba con mis alumnos algunos cuentos infantiles, desde la perspectiva de los personajes, Caperucita Roja es desobediente, Blanca Nieves es extremadamente ingenua, y Cenicienta es rebelde, pero: ¿En qué sentido? ¿Contra qué se rebela Cenicienta y para qué? ¿Por qué es un cuento tan eficaz todavía? Si se realiza un análisis de arquetipos encontramos que el modelo de feminidad del siglo XIX y del siglo XX: la Madrastra y las Hermanastras, en realidad pueden ser Mamá y Hermanas de cualquier casa del mundo, y Cenicienta desde su propia perspectiva la que hace todo el quehacer del hogar; una esclava de su casa, y se libera para casarse. El matrimonio como la única posibilidad de alcanzar una vida “independiente”, pasar de ser la esclava de la familia a ser la esclava del castillo propio o del Príncipe Azul.

Aquí el Hombre es la salvación. El hombre empoderado, proveedor. Y el único poder de la mujer es su encanto, su feminidad (ese constructo de feminidad que es la princesa Disney) con todo y el fetichismo del pie y la zapatilla -que es la objetivación de la persona. Qué interesante es como gira todo ese modelo Flaubert en Madame Bovary. Les pregunte a mis alumnas si creían en ese modelo del mundo: en casarse con el príncipe azul para salirse de su casa. La respuesta fue contundente: obviamente no. Una me contesto que en realidad para ella era imposible pues a ella le gustaban las mujeres. Esta revelación da al traste con aquella representación infantil que busca hacer prevalecer el modelo dominante. Le hice notar que le seguimos dando esas historias a los niños, con esos valores. ¿Qué es lo que tienen ustedes que hacer como cineastas? Les pregunte. Ante el silencio les dije: Ustedes tienen el compromiso ético de crear nuevas historias, cimentadas en nuevos valores. Pues eso está haciendo Tim Burton desde siempre.

Ahora bien, ¿Cuál es el Dumbo que deben ver los niños: el de 1941 o este de Burton? ¿Cuál expresa mejor los valores en los que el lector cree actualmente? Esa decisión ya es nuestra, de los espectadores. Y para mí debe ser el Dumbo de Tim Burton.      

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.